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Isaac Newton es reconocido como uno de los científicos más grandes de todos los tiempos. Tiene una anécdota que parece confirmar la máxima “todos los genios son despistados”:

Mientras trabajaba en sus investigaciones no le gustaba ser molestado pero tenía una gata que continuamente maullaba para entrar y salir de la casa. Así que, hizo un agujero en la parte inferior de la puerta – gatera – para que el felino no le molestase. Como la gata tenía la costumbre de pasear por el barrio y flirtear con los vecinos, felinos lógicamente, pasó lo que tenía que pasar… nacieron varios gatitos.
Newton hizo en la puerta otros agujeros más pequeños para los gatitos.
Verdaderamente Newton encaja perfectamente en el estereotipo de científico despistado: él mismo cuenta que, en una ocasión, entró en la cuadra de la granja donde vivía arrastrando por las riendas a un caballo. Sin advertir que el caballo hacía tiempo que se había zafado, por lo que unicamente entro con las riendas.

Newton también se olvidaba a menudo de comer y hasta de dormir, al menos es lo que cuentan quienes le conocieron en sus tiempos universitarios. Y es que Newton a menudo quedaba abstraído por sus reflexiones.

También se olvidaba a menudo de sus invitados cuando se ausentaba por algún motivo del salón: se dirigía a su laboratorio y no regresaba en horas. Esto tambien le ocurria a Hilbert, lo que pasa que este se quedaba durmiendo.

Vestía de forma descuidada, e incluso sucio, porque a menudo olvidaba su higiene personal.
No era raro verle sentado en cualquier camino de la universidad de Cambridge, trazando en el suelo enrevesadas figuras geométricas, mientras sus alumnos y compañeros le sorteaban, tratando de no estropear aquellos incomprensibles dibujos. Esos mismos alumnos que eludían sus clases porque, muchas veces, no eran sino indescifrables peroratas ensimismadas.

Newton también era serio y circunspecto. No le gustaba la alegría y ni siquiera sonreír. De hecho, se cuenta que sólo se le vio una vez reír en clase: el día en que un alumno le preguntó cuánto podría valer un obsoleto libro de Euclides.

A pesar de sus continuos despistes, Newton eran extremadamente metódico a la hora de apuntar todo lo que hacía en sus cuadernos. El problema es que anotaba tanto las cosas importantes como las triviales, como si tuvieran el mismo rango. Por ejemplo, se conserva su cuaderno juvenil “de pecados”, en el que anotaba diariamente todo pecado que hubiese cometido ese día. Por ejemplo: “impertinencia con mi madre” o “ robo de cerezas”.

Sin embargo, a veces extraviaba apuntes científicos de gran importancia. Por ejemplo:
Se cuenta que en 1684, muchos de los científicos ingleses de la época mantenían un famoso e importantísimo debate sobre las leyes del movimiento de los cuerpos celestes. Este debate surgió a raíz de un encuentro mantenido en enero de aquel año por tres eminencias de la Royal Society de Londres: Robert Hooke, Christopher Wren y Edmund Halley, en el que, al no llegar a un acuerdo, Wren, arquitecto de la catedral de San Pablo, ofreció un premio al primer científico que lograse demostrar convincentemente las leyes del movimiento de los astros. Como pasaban los meses y nadie se atrevía a hacerlo, Halley decidió visitar a Newton a Cambridge. En el curso de la conversación, le preguntó por las órbitas de los cuerpos celestes, a lo que Newton contestó que eran elípticas. “¿Cómo lo sabe?”, volvió a preguntar Halley, a lo que Newton repuso: “Las calculé hace tiempo”. Halley, ansioso y sorprendido, le pidió que le mostrase esos cálculos, pero Newton fue incapaz de encontrarlos, así que no tuvo más remedio que prometerle que los volvería a hacer y se los haría llegar (promesa que cumplió rápidamente).
Eso sí, se tomaba muy en serio sus experimentos. Tanto es así que, para estudiar la forma del ojo humano, era capaz de pasarse el día contemplando el sol con un solo ojo para observar los colores e incluso presionar con un punzón su globo ocular para alterar momentáneamente la curvatura de la retina y constatar las variaciones que ello implicaba.

Newton también se ocupó de temas menos científicos y más cercanos al mundo del ocultismo y similares que a la ciencia tal y como la concebimos actualmente. Entre otras cuestiones, se dedicó a hacer algunas interpretaciones de los textos bíblicos para intentar buscar mensajes más allá de lo que todos podemos leer. En 1704 escribió en unas notas que basándose en esos estudios de la Biblia, estimaba que el mundo no vería su final antes del año 2060.Este estudio concretamente en el libro de Daniel, y la cifraba en 1.260 años después de la refundación del sacro Imperio Romano llevada a cabo por Carlomagno, en el año 1.000.Todo eso quedó escrito en unos legajos contenidos en un cofre que muchos años después de su muerte, concretamente en 1936, fue subastado.
Albert Einstein escribió sobre Newton: “Para él la naturaleza era un libro abierto, cuyas palabras podía leer sin esfuerzo alguno”.

El matemático inglés John Wallis era amigo de Isaac Newton. De acuerdo con su diario, Newton le fanfarroneó en cierta ocasión acerca de su perrito Diamond:
- Mi perro Diamond sabe algo de matemáticas. Hoy probó dos teoremas antes de almorzar.
- Tu perro debe ser un genio- respondió Wallis.
- ¡Oh, me he pasado un poco! El primer teorema tenía un error y el segundo tenía una excepción patológica.
Cuando vió el entierro de Newton y el concurrido funeral de Newton en la Abadía de Westminster, Voltaire, que estaba visitando Londres, dijo maravillado: “Inglaterra honra a un matemático de la misma manera que los súbditos de otras naciones honran a un rey”.

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